Las personas que atraviesan una depresión sienten que ya no tienen interés por las cosas que antes eran habituales y les ayudaban (hacer deporte, acudir a eventos o reuniones sociales, trabajar, etc.).
También es cierto que las personas podemos tener días en los que experimentamos alguna de las emociones o pensamientos que nombraré a continuación, pero para que una persona padezca depresión, tiene que haberse sentido de esta manera la mayoría de los días durante al menos dos semanas.
Además de sentirse triste, decaído y haber perdido el interés por las cosas, la persona tiene que presentar al menos tres o cuatro de los siguientes síntomas:
- Pérdida de apetito o comer en exceso.
- Dormir muy poco o demasiado.
- Sentimientos de no tener ganas de no hacer nada o sentirse cansado todo el tiempo.
- Sentirse inquieto y/o agitado o apáticos y enlentecidos.
- Dificultad para concentrarse
- Sentimientos de inutilidad o culpa
- Pensamientos de hacerse daño o de suicidio.
En muchas ocasiones al padecer estos síntomas, según los manuales de psicopatología, la misma persona puede ser diagnosticada con dos o tres y hasta cuatro patologías al mismo tiempo. También puede suceder que manifieste unos síntomas que no se ajustan exactamente a ningún trastorno emocional.
Por ello, el método con el que trabajo (tratamiento) es un enfoque transdiagnóstico y está orientado a abordar los síntomas que la persona experimenta más allá de el o los trastornos que puedan ser diagnosticados (Trastorno de Ansiedad, Depresión, Trastorno de Pánico, Trastorno Obsesivo Compulsivo –TOC, etc.).
Esta metodología se apoya en la psicopatología, en la investigación básica de las emociones, en la neurociencia y en la ciencia de la conducta humana.
Las personas con trastornos emocionales y con Depresión están caracterizadas por una predisposición a experimentar las emociones de manera más fuertes, incomodas e intensas que las personas que no padecen estos problemas.
Estas emociones aversivas hacen que las personas hagan cosas y lleven a cabo comportamientos con el fin de controlar o manejar estas experiencias emocionales, pero las estrategias utilizadas suelen ser contraproducentes, haciendo que las personas cambien su manera de actuar o eviten situaciones importantes y valiosas en su vida cotidiana por miedo a experimentar pensamientos y emociones desagradables (miedo, tristeza, ansiedad, pánico, etc).
El tipo de tratamiento que llevo a cabo se centra en que el paciente comprenda mejor sus experiencias emocionales, que identifique qué puede estar haciendo que sus síntomas empeoren y qué puede hacer para sentirse mejor y vivir la vida que quiere.
Es importante que el paciente comprenda que las emociones no son por sí mismas “malas” o “peligrosas”, aunque algunas veces sintamos que sí lo son. Para poder adaptarnos y funcionar en el mundo necesitamos todo el abanico de emociones, las llamadas “positivas” y las “negativas”.
Sin ellas no tendríamos altibajos pero seríamos como máquinas o robots que no sienten nada. Por ejemplo: si sólo tuviésemos emociones “positivas” y no sintiésemos miedo seríamos incapaces de reconocer el peligro, o no sabríamos como defendernos de ofensas y ataques sino sintiésemos ira.
La clave es que nuestras emociones, tanto las “positivas” como las “negativas”, nos dan información sobre lo que está pasando en nuestra vida y nos ayudan a dirigir nuestro mundo y motivarnos para hacer cosas útiles para nuestro desarrollo y evolución.
Con el tratamiento el paciente aprenderá a gestionar sus emociones y sus pensamientos de manera adecuada, y orientando sus acciones y comportamientos hacia una dirección valiosa para sí mismo, más allá de lo que piensa o sienta.
Comentarios recientes